martes, 5 de junio de 2007

el tren de la vida..

Suave brisa acaricia mis hombros, mi cara, mis pies… a lo lejos un motor ronronea, es el tren que se acerca.

Apenas hay gente en el vagón, una pareja amándose.. un chico leyendo.. algún que otro con la mirada perdida, quizá tratando de poner orden a sus pensamientos, quizá pensando en todo lo que tiene que hacer o quizá recordando.. un hombre de traje mira con ansiedad su reloj mientras tambalea el pie nervioso.. me siento frente a una viejecilla dormida aferrada a un feo bolso nacarado.. detrás un hombre con mono azul lleno de manchas de pintura lee el periódico, las manos se ven ásperas y curtidas, el pelo blanco del yeso..

Cada persona es un mundo, cada persona es toda una vida, llena de ilusiones y sueños… sueños que en su mayoría no cumple por sus propios miedos.

La ventana parece un cuadro en movimiento, un intenso verde ha sido invadido por un fascinante manto rojo de amapolas que junto a ese cielo tan azul de escasas nubes me llenan por dentro, con toda esa luz.. los tulipanes y petunias de vivos colores en rotondas y medianas.. Entramos en un túnel.. no se ve nada.. la viejilla se ha despertado, su mirada cansada no se separa de la pareja. Me pregunto qué estará pensando. Criticará quizá esas muestras públicas de amor, quizá la invaden los recuerdos, o ni tan siquiera los esté viendo quizá, y sea una más entre las miles de miradas perdidas.

Entre los murmullos y rumor de besos se oyen unas risas y un beso sonoro. Veo a la anciana sonreír, su cara seca y sin vida se llena de más arrugas aún, baja la mirada y al volverla a levantar sus ojos se topan con los míos; tiene unos ojos grises, vidriosos, llenos de un brillo inexplicable, parece que fuese lo único que quede con vida en aquel cuerpo marchito por el tiempo. Entre temblores se inclina hacia delante, me coge la mano, y apretándola con lo que debían de ser todas sus fuerzas me dice: Estuve años enamorada de un gran amigo, años, jamás sentí nada igual, jamás quise aceptarlo, jamás me di la oportunidad de intentarlo. Tenía miedo de perderlo, tenía miedo de perder su amistad.. las circunstancias nos hicieron vivir en ciudades distintas.. hoy lo he perdido de verdad y para siempre. Las lágrimas llenaban los surcos de su rostro. Ya nunca podré decirle lo que siempre quise decirle.

El túnel quedó atrás, había anochecido, se empezaban a ver pequeñas casas iluminadas por las farolas… el tren paró.. unos bajaron y otros subieron.. una mujer embarazada lloraba mientras acariciaba su hinchado vientre, tan sólo llevaba un bolso de mano, dónde iría a esas horas.. en un banco de la estación, donde apenas llegaba ya la luz de la farola, un hombre ya entrado en años temblaba bajo una sucia manta gris, a sus pies un brik de vino.. el tren pitó y las puertas se cerraron.. mientras se alejaba me dio tiempo a ver la sonrisa del hombre.

Fuera estaba oscuro y nublado, había que pegarse totalmente a la ventana para ver y ni siquiera se veía el firmamento. Cansada dejé de mirar fuera y me centré en lo de dentro. Como en todo, uno decide lo que quiere ver, ve lo que quiere ver, si algo no le gusta lo ignora consciente o inconscientemente, lo mismo hacemos con los sentimientos.. algunos no es que no nos gusten.. es solo que nos dan miedo.. que no nos sentimos preparados para afrontarlos, para sentirlos.. los tratamos de ignorar, tratamos de racionalizarlos, de ver todo lo malo para rechazarlos, para convencernos que no son reales… quizá por un tiempo los olvidásemos.. pero las circunstancias o personas que los generaban volverán a aparecer, y los sentimientos aflorarán nuevamente.. y costará comprenderlos, cada vez más, pues al reprimirlos e ignorarlos, crecen, crecen, y crecen.. y nunca nos hemos enfrentado a ellos.. es por eso que llega un momento en que te desbordan, pues ya no sabes por dónde empezar, ya no sabes qué hacer.. es demasiado intenso todo.. demasiados sentimientos, demasiadas emociones.. no hay tiempo para pensar.. todo se nubla.. tú te nublas.. y sigues intentando convencerte que no es cierto, que no sientes eso.. Y la historia de la viejilla viene a tu mente..

Paramos en un pequeño pueblo. Nadie baja. Justo cuando suena el pitido y se empiezan a cerrar las puertas sube un hombre de unos treinta y pico años, moreno de piel y cabellos, barbas abandonadas, el pelo enmarañado recogido en una coleta, lleva un chaleco marrón lleno de imperdibles y una flauta en el bolsillo de sus gastados pantalones. Empieza a tocar y la música nos transporta en el tiempo y espacio, el muchacho que leía deja los cascos para escucharle, la mujer embarazada deja de llorar y boquiabierta mira al hombre, la anciana sonríe y el hombre se acerca y la besa en la frente, la viejilla se ríe tímida, no tiene sangre para ruborizarse. Es una música alegre, cada vez con más ritmo, empieza a bailar entre los pasajeros, algunos le siguen con palmas.. la gente poco a poco va venciendo la vergüenza, el hombre del mono azul canturrea una canción.. el número de sonrisas crece.. de una hoja de un periódico que habían dejado tirado hace una rosa que ofrece a la embarazada en una reverencia, esta si tiene sangre y se sonroja, todos aplauden, un chico del fondo saca su guitarra y se le une..

Llega mi parada, no quiero bajar.. echaré de menos a toda esta gente que ni conozco.. pero la vida me espera.. con cosas nuevas.. en cada viaje.. en cada vagón.. en cada persona.. no nos cerremos a una sola persona, hay tantas que tienen tanto para enseñar.. solo hay que escuchar.. escucha.. es fascinante todo lo que puedes aprender de cualquier persona, de cualquier edad, de cualquier lugar… escucha… shhhhhh… silencio…

1 huellas:

Anónimo dijo...

Sencillamente maravilloso. Enhorabuena.