miércoles, 27 de enero de 2010

A veces pareciera encontráramos en la suave brisa un viento huracanado omnipotente al que quisiéramos lanzar nuestra cometa y deslizarnos sin temor por ese rugiente mar desafiante que se enciende y apaga al calor de unos truenos caprichosos e indecisos incapaces de atravesar la coraza que protege nuestro alma.
...y por mi mente pasea Monterroso, su burro, y su flauta...
Fácil es confundir de dónde viene el agua que azota nuestro rostro cuando tan grande es la tormenta, cuando la sal sella nuestros párpados impidiéndonos ver que hace tiempo llegamos a tierra firme, contentándonos con ese rico sabor salado que deja en nuestros labios y que relamemos buscando sueños naufragados.
Para la próxima tormenta que creemos,
de botes salvavidas el mar llenaremos